Nacido el 29 de septiembre de 1895 en la barriada de Carraguao, en el actual municipio del Cerro, La Habana, Alfredo González Suazo supo compartir su afición por la música con su duro oficio de herrero.
La difícil época que le tocó vivir en sus primeros años y la
necesidad de emplearse en oficios que nada tienen que ver con la música, no le
impidieron convertirse en reconocido cantautor y promotor cultural.
A los 10 años de edad comenzó a aprender la herrería, y a
los 17 ya era mecánico en los talleres ferroviarios de Ciénaga, donde llegó a
ser jefe del Departamento de Maquinarias.
También amaba el deporte, por lo que con sus compañeros de
trabajo formó un equipo de beisbol,
con el que no sabemos si venció en muchos partidos, pero sí que se aganó el
apodo de Sirique, heredado de su
padre, Valentín González, reconocido
jugador y árbitro, uno de los principales de la barriada de Regla, y que
alcanzó un lugar en el Salón de la Fama
del deporte nacional de Cuba.
Sirique, el hijo, era un gran amante de la música, y un promotor nato, con un
carisma que le facilitaba la relación con todo cuanto brillaba en el universo
musical cubano de aquellos años, llegando, incluso, a incursionar en la radio,
con un espacio que usaba para la promoción artística.
Luego del triunfo de la Revolución tuvo la idea de
organizar, todos los domingos, una peña de música tradicional, y su herrería de
Santa Rosa e Infanta, en el Cerro,
fue el escenario escogido, que en poco tiempo se convirtió en uno de los puntos
de reunión y tertulia más importantes de la
trova tradicional, con la participación, incluso, de los más famosos
intérpretes de la canción trovadoresca en esa época, como el trío Matamoros,
Sindo Garay, María Teresa Vera y Odilio Urfé.
También formó un conjunto integrado por viejos soneros jubilados,
que en otros tiempos fueron verdaderas estrellas. No sin ironía lo nombró Los Tutankamen, cuyo lema era: “un
maestro en cada instrumento y en conjunto un hogar de ancianos”. Entre sus
miembros se encontraban músicos de calibre como el tresero mayor Isaac Oviedo,
Luis Peña, el Albino, y el famoso timbalero Chori, que tocaba percusión con
botellas de ron: pero debe tenerse en cuenta que en la herrería de Sirique
estaba prohibida la ingestión de bebidas alcohólicas.
Alfredo González Suazo –Sirique– falleció en su ciudad natal a los 84 años, el
18 de febrero de 1980, dejando trás de sí una labor relevante en el ámbito cultural
de la nación cubana. (Gilberto González, con información y foto de Ecured).
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