Una de las frases más recordadas de José de la Luz y Caballero es: “Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo”.
Sin embargo, no
siempre hace falta estar frente a un aula, sino en el lugar que se considere
imprescindible.
Por tal razón,
desde hace 49 años, Alina María González
Campmany está vinculada como trabajadora activa a la industria alimentaria
cubana, sector al que llegó en 1976.
Ella ha
contribuido a la formación de cientos de jóvenes trabajadores, como
especialistas en Gestión Económica y Planificación Empresarial.
Desde hace tres años, esta veterana e imprescindible mujer directiva, quien se había jubilado, se reincorporó a la vida laboral en el Grupo Empresarial de la Industria Agroalimentaria, con sede en el municipio de La Habana Vieja, entidad que rectorea las producciones cárnicas, lácteas, de café, conservas de vegetales y la actividad de refrigeración y calderas.
En ese ámbito, goza del respeto y cariño de sus compañeros de labor, a quienes considera su segunda familia.
Su figura delgada, cual versión femenina del Quijote; su pelo canoso y la mirada firme se muestran como guardianes
de la simpatía que la caracteriza como líder necesaria para coadyuvar a que las
cosas se hagan bien y resulte más consolidado el empeño de no renunciar a la
gloria vivida, en un sector al cual le ha dedicado más de la mitad de su
existencia.
Dice Alina María
que disfruta mucho trabajar, enseñar y sentir que todavía le quedan fuerzas
disponibles para, a pesar de los años, seguir aportando desde su posición laboral al desarrollo económico y
social de Cuba.
Aunque no ha
pensado en retirarse, ya prepara el relevo, al considerarlo muy necesario en
beneficio de la industria agroalimentaria.
Afirma que permanece
“con el pie en el estribo” (lista para lo que haga falta), porque toda su
fuerza de mujer la pondrá siempre al servicio de la Revolución cubana. (Ramón Lantigua
Arcis. Foto del autor)
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