El nazismo y las ideas de apariencia delirantes

Sería extraordinariamente complejo y extenso intentar explicar aquí las ideas en apariencia delirantes que el nazismo trató de materializar a través de la ciencia y la tecnología de su época.

Se ha escrito mucho y pormenorizadamente sobre ello, y han quedado algunas imágenes emblemáticas que siempre son repetidas por los autores cuando se trata el tema. Por ejemplo, los intentos de Hitler por construir armas secretas, platillos volantes, cohetes, el famoso espejo gigante que, instalado en la isla Rütgen, permitiría divisar a los artilleros alemanes la flota inglesa anclada en la isla escocesa de Scapa Flow y destruirla de un solo disparo, y absolutamente todos los experimentos e investigaciones desarrollados por esa absurda y tenebrosa institución llamada Anhenerbe.

Los proyectos de construcción de armas secretas en los que se enfrascó el Tercer Reich estuvieron inspirados en la energía Vril inventada por Bulwer-Lytton, y las expediciones nazis a la Antártida en busca de la tierra hueca también tuvieron su idea-raíz en el mundo subterráneo de los Vril-ya descrito en La raza futura con tanta prolijidad.

Especialistas en el estudio de las tecnologías militares desarrolladas por los nazis aseguran que estos intentaban construir máquinas capaces de hacer viajes interdimensionales a través de un espacio atemporal o hiperespacio, tal y como eran capaces de desplazarse los Vril-ya de Bulwer-Lytton.

Otra muestra del extraordinario peso de esa obra de ciencia ficción no solo en Alemania, sino también en la cultura de Occidente, puede verse en la obra de Nietszche, en su concepción de Zaratustra, el superhombre, que tan gran influencia ha tenido en toda la filosofía de nuestro hemisferio, y en las composiciones musicales de Richard Wagner, en sus monumentales óperas basadas en antiguos mitos y leyendas germanos y nórdicos (El anillo de los nibelungos, La Walkiria, Tristán e Isolda, Parsifal, Tannhäusser, Sigfrido, El oro del Rin, El ocaso de los dioses, etc.) que alcanzaron la cumbre del romanticismo alemán y cambiaron las pautas de la composición musical en Occidente, influyendo, además, en todos los grandes músicos de Europa, tanto en su época como hasta hoy. Niestzche yWagner fueron adoptados por los nazis como pilares conceptuales de la ideología nacionalsocialista.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, tras la derrota de Alemania soldados norteamericanos hallaron entre los muchos documentos que los nazis no tuvieron tiempo de incinerar antes de huir, planos de máquinas extrañas que fueron llevados a los Estados Unidos junto con científicos nazis capturados que pasaron a trabajar en laboratorios estadounidenses de alta tecnología militar.

Entre ellos se encontraba Werner von Braun, desarrollador del cohete V-2 que devastó Inglaterra durante la contienda, quien se convirtió más tarde en director del Centro de Vuelo Espacial Marshall de la NASA y en arquitecto jefe del vehículo de lanzamiento Saturn V, que propulsó a dos docenas de astronautas estadounidenses a la Luna. Con estos hombres, la búsqueda del Vril emigró a Norteamérica, en lo que ha pasado a la historia como Operación Paperclip.

Aún sin la posibilidad de mencionar en este artículo todos los aspectos del nacionalsocialismo sobre los que tuvo influencia vital La raza futura, resulta evidente que, aunque Bulwer-Lytton seguramente no se propuso nada semejante ni pudo imaginar el alcance de su distopía (¿o sí…?), puede ser considerado como uno de los escritores que más ha pesado sobre el destino de la humanidad.

El hecho de que las palabras finales de La raza futura adviertan sobre el peligro de que una raza que se crea superior al resto de la especie decida destruir a las demás para conquistar el mundo —advertencia a todas luces contraria a la teoría nazi del superhombre ario coagulada en el exterminio genocida de la solución final—, demuestra que la literatura tiene vida propia y no obedece a ningún amo, ni siquiera a quien la crea, y las obras literarias se independizan de su creador para emprender su propio camino, luminoso o siniestro, pero siempre incontrolable, y en ciertos casos lejos de apagarse con el tiempo, crecen. Para bien o para mal. (Gina Picart. Imagen tomada de www.eleconomista.es)

Publicar un comentario

Gracias por participar

Artículo Anterior Artículo Siguiente