Hace dos meses no
puedo dormir, o al menos no como me gustaría. Los días me agobian, son tristes.
Nada resulta interesante. Quiero salir, gritar fuerte, pero mi mente se ahoga,
se atormenta y me agobia…pensé en hablar con alguien, o en tomar pastillas, me pregunto si será normal.
Las declaraciones
anteriores son característica de un cuadro
depresivo. Ahora mismo, millones de personas en el mundo o alguien cercano
a nosotros podría estar experimentando sensaciones similares.
La Organización Mundial de la Salud reporta que 450 millones de personas sufren trastornos mentales, y
que para el año que recién comienza la depresión podría ser una de las
principales causas del deterioro del funcionamiento social y laboral en el orbe.
Según el estudio Depresión: generalidades y particularidades (2015), del autor Dr. Ignacio Zarragoitía Alonso, que publica la Editorial de Ciencias Médicas de Cuba, la depresión es un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o de placer, sentimientos de culpa o baja autoestima, trastornos del apetito o del sueño, sensación de cansancio o falta de concentración, puede llegar a hacerse crónica o recurrente y dificultar sensiblemente el desempeño de la persona en cualquier espacio de la vida diaria.
Esta enfermedad
mental, cada vez más común, podría ser un factor impulsor de la discapacidad, e
incluso de muertes prematuras.
Cuba no está
exenta del fenómeno. Un estudio realizado hace 10 años indicó que el 19,2 por
ciento de la población refiere síntomas de depresión, los mayores porcentajes
se reportaron en zonas urbanas, en el sexo femenino, en grupos de 70 años y
más, color de piel blanca, bajo nivel de escolaridad y en etapa de jubilación o
viudez.
Sin embargo, luego de la pandemia de COVID-19, la crisis socioeconómica y de las rupturas familiares por la emigración y otras causas, no sería sorprendente que aumentaran las estadísticas anteriores.
Desde la Psicología,
luchar contra la depresión requiere un enfoque comprensivo y empático, la
empatía hacia el otro, que muchas veces falta. De igual forma, fomentar un
ambiente de apoyo, donde logremos escuchar y escucharnos. Promover hábitos
saludables; impulsarnos a ser mejores personas; cuidar nuestro cuerpo y, sobre
todo, nuestra mente. En casos más graves, buscar ayuda especializada.
No es normal vivir
con depresión; la salud mental sí importa. Si conoces a alguien que está
pasando por un momento así, apóyalo, no sabemos cuánto sana la ternura de un
abrazo. (Rachely Valerino Fernández)
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